Una frase muy repetida entre los aficionados más puristas de este deporte es aquella de "odio eterno al fútbol moderno", o en inglés "against modern football". En los últimos años, el fútbol está afrontando situaciones muy delicadas. La subordinación y sumisión a aspectos puramente económicos fuerzan que lo deportivo pase en ocasiones a segundo plano, algo que nadie se planteaba hace aproximadamente medio siglo. El por qué parece claro: la calidad se paga. Pero por algún que otro motivo, este principio, que nos puede parecer lógico, se ha acabado elevando a la enésima. Tanto, que hay pocos que la puedan pagar. Se ha creado en torno al fútbol una burbuja que no para de crecer.
Los costes que ha de mantener cualquier equipo profesional se elevan, los clubes se endeudan para intentar alcanzar las cifras marcadas y sobrevivir deportivamente, incluso sobresalir, pero la tendencia no sólo no va a menos sino que se acelera. Y en ocasiones acaba costándole la vida al propio club. Casos conocemos todos. Equipos que estaban hace no tanto en el primer plano mediático y cuando la economía les dijo "basta" se acabó su historia. La única manera en la que las entidades que penden de un hilo logran asegurarse la continuidad es encontrando inversores privados que sostengan los gastos de cada temporada –de cada ejercicio, en términos más económicos–. Su gestión supone también un riesgo añadido: no todos los inversores acaban haciendo bien su trabajo o se mantienen fieles al proyecto inicial, y hay clubes que acaban sufriendo las consecuencias (Alavés, Real Oviedo, Racing de Santander…). De ahí medidas impensables hace no tanto como la conversión de casi todos los clubes españoles en Sociedades Anónimas Deportivas (empresas puras y duras, al fin y al cabo) y cotizaciones de equipos en las diferentes bolsas, principalmente, europeas.
La reacción de los aficionados que antes mencionaba es de disgusto y profundo malestar. Jugar al fútbol se convierte en algo secundario, algo que casi sólo se puede hacer si tienes potencial económico. Algunos de ellos, por amor a sus colores, hacen un esfuerzo y sacrificio colectivo y logran revivir a las entidades con sus propios medios permitiéndoles volver. Al primer plano mediático, como el Napoli, o simplemente a la vida, como el Extremadura o el Compostela. Y quienes no lo logran, no pueden evitar que el equipo de sus vidas desaparezca y otro club con más dinero le quite la plaza de competición y le acabe quitando de en medio.
Otra tendencia creciente es la de manifestar el rechazo a ese tipo de operaciones económicas desmarcándose del todo y creando un nuevo club. Esto ocurrió, por ejemplo, cuando la familia Grazer aterrizó en Manchester y se hizo con el 98% del paquete accionarial de nada más y nada menos que una superpotencia a nivel continental como el Manchester United. Un pequeño sector de aficionados que consideraron la operación como un escándalo y un ultraje, poco menos que una expropiación, al considerar que "los clubes son de sus aficionados", decidió dar un paso adelante y crear un nuevo club. Desde la humildad que les caracterizaba, y con poco poder adquisitivo. Pero, al menos, manteniéndose fieles a sus ideas y su identidad. De ahí surgió el FC United of Manchester, que opta a ascender a Conference North, uno de los dos grupos de la sexta división del fútbol inglés, sin apenas apoyos económicos ajenos a las aportaciones de los aficionados.
Aficionados red devils protestando por la compra de los Grazer del paquete accionarial del Manchester United en mayo de 2005.
Plantilla del FC United of Manchester en su etapa no-profesional, al poco de crearse el club.
Otros casos similares son los del AFC Wimbledon, controlado por los aficionados del antiguo Wimbledon FC tras ver cómo el Milton Keynes Dons les arrebataba su plaza y se declaraba el fin de la entidad, o el FBC Unione Venezia italiano, surgido tras la bancarrota del histórico Associazione Calcio Venezia 1907. Lo que desconocía era que el ejemplo había trascendido del Reino Unido e Italia, cosa que me descubrió Alfonso Garrido, twittero murciano. En 1999, por obra de Quique Pina y con apoyos de empresas murcianas, surgió el Ciudad de Murcia. Era el equipo opositor al Real Murcia, único equipo de la capital de la región hasta entonces, y no le costó generar su propia masa social. El equipo prosperó y se plantó a mediados de la década de los 2000 en la Segunda División española. Entrenadores como Juanma Lillo o José Luis Oltra pasaron por sus banquillos, jugadores como Henok Goitom, Ayoze, Javier Camuñas, Miku, Héctor Font, Jaime Jiménez o Ludovic Assemoassa vistieron sus colores y rozaron el ascenso a la hoy llamada Liga BBVA (4º clasificado en las temporadas 2005–06 y 2006–07).
Ciudad de Murcia-Cádiz de Segunda División desde la grada de La Condomina, noviembre de 2006.
Sin embargo, prácticamente de la noche a la mañana, y sin excesivos detalles informativos, por unos determinados motivos por los cuales aún hay murcianos preguntándose, Quique Pina decide cerrar la mañana del 6 de junio de 2007 un acuerdo con el empresario granadino Carlos Marsá para crear sobre las bases del Ciudad de Murcia su propio club y llevárselo a la provincia andaluza. No tardaron en verse protestas masivas de aficionados rojinegros a la transferencia de Pina, incluida la difusión por Murcia de billetes falsos de 500€ con su rostro. Al más puro estilo de las franquicias americanas, tras unos meses, el Granada 74 había comprado su plaza en Segunda División y ya no había equipo en Murcia.
Partido de Segunda División 2007–08 entre Celta de Vigo y el recién creado Granada 74.
La masa social del Ciudad de Murcia, además de no poder permitirse el desplazamiento cada jornada a Motril a ver lo que era la "mutación" de su antiguo equipo, no se sentía identificado con aquella entidad –que descendió en su primera temporada de vida a Segunda División B y que, al año siguiente, tras descender a Tercera División, acabó por desaparecer al no seguir invirtiendo Marsá–. Ante esa situación, decidieron buscar a otro inversor que confiase en un proyecto muy arriesgado como se la resurrección de un club. Evedasto Lifante se ofreció, y crearon una nueva entidad en el municipio murciano de Lorquí, absorbiendo el club local. El nombre fue el de Ciudad de Lorquí, y no compitieron de inicio en Murcia capital como anteriormente, pero las distancias eran menores.
Con el progreso deportivo del Ciudad de Lorquí, el club resucitado alcanzó la Segunda División B y se cambió el nombre por el de Atlético Ciudad para reivindicar cuál era el origen del club –nombre alternativo al de "Ciudad de Murcia" tras ser rechazado por la RFEF–. Con esa nomenclatura se enfrentó en Dieciseisavos de Final de Copa del Rey en la temporada 2009–10 ante el Sevilla FC. El equipo finalizó séptimo del Grupo IV de la Segunda División B, pero se acabó disolviendo porque a Lifante se le acabó el capital destinado para el equipo. La segunda muerte deportiva de la entidad.
Los aficionados del histórico Ciudad de Murcia no podían creer lo que vivían. Pero su empeño no cesó, y viendo que la resurrección de la institución confiando de nuevo en un inversor y su capital privado fracasó, decidieron crearse su propio club, como los hinchas del FC United of Manchester. De hecho, un grupo de ellos viajó a Manchester y Bury para ponerse en contacto con los dirigentes del club alternativa de los red devils, observar sus instalaciones y su funcionamiento. A su vuelta, y viendo que la gestión era viable con los pocos recursos económicos que podían poner en suma, los aficionados del Ciudad de Murcia crearon su propio club, el Club de Accionariado Popular Ciudad de Murcia, conocido como CAP Ciudad de Murcia. Un club única y exclusivamente de los aficionados que, aunque tuvo que empezar desde abajo en lo deportivo, se consolida en las categorías del fútbol regional murciano.
Antiguos aficionados del histórico Ciudad de Murcia abarrotan las gradas para animar al nuevo CAPCM.
El propio Alfonso me contaba: "Se lo costean ellos solos, con alguna empresa que les patrocina, pero nada más. Acaban de arrasar en la Segunda Territorial Murciana, que suena a chiste, pero ascendieron a principios de marzo y la liga finalizó la última semana de abril. Siguen animando y van cientos y cientos de espectadores cada partido a verlos, a Espinardo, que es donde están ahora. El año que viene estarán en Primera Territorial, ascenderán a Preferente y después a Tercera. Dudo mucho que, si no encuentran inversor, paguen su plaza en Segunda B o un estadio de más de 1.000 espectadores, que es el que tienen ahora, municipal. Pero lo van a intentar." Espíritu futbolero purista que se esconde bajo el lema que tomaron del propio FC United of Manchester, "Against modern football", con cuya afición están simbólicamente hermanados –tanto, que los hinchas del CAP Ciudad de Murcia son conocidos como los city boys–. Espíritu de superación. Amor por los colores.
Camiseta del actual Club de Accionariado Popular Ciudad de Murcia.
Hola amigos, te propongo que nos realicéis una entrevista del por qué de crear una web con la actualidad de FCUM es castellano. Gracias
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